La Rotunda era un calabozo
descomunalmente redondo donde la voz hueca de los carceleros retumbaba con la
misma crudeza fantasmal de los grillos.
Grillos hasta de 30 kilos
atornillados a los pies de los políticos que se atreviesen irrespetar al viejo
caudillo apoltronado en los jardines de Maracay o en el Palacio de Misia
Jacinta.
Los grillos no solamente estaban
en la rotunda. En todas las prisiones del régimen gomecista funcionaban
esos aparatos medievales concebidos para aniquilar libre-pensadores. Pero una vez que el
tirano “estiró la pata” los fraguados instrumentos de tortura fueron refundidos
para mejor destino y otros como los de la vetusta Cárcel de Ciudad Bolívar, lanzados
a aguas profundas.
Los de aquí se los tragó el río.
Una vez caído el tirano fueron llevados a bordo de curiaras y lanzados al
Orinoco. La fantasía popular dice que cayeron justamente en la fosa de 150
metros aguas abajo de la Piedra del Medio, donde el bachiller Sifontes pescó un
pez-sierra que desorientado había penetrado por el estuario del Delta. Allí
quedaron los grillos arrojados como áncoras de un viejo galeón y de ellos ya no
debe quedar ni ha herrumbre.
Horacio Cabrera Sifontes padeció
grillos de ese calbre allá en La Rotunda. Grillos como botas infernales a los
cuales en un esfuerzo sobrehumano debió acomodarse durante cuatro años de su
reclusión en aquella fatídica prisión demolida hace más de medio siglo para
erigir allí la Plaza Concordia donde se respira con el recuerdo el aire
enrarecido de una época signada por bárbaros procedimientos.
Junto con Horacio ¿Cuántos? Él los va sacando
de los pliegues de una memoria que se resiste a la densidad del tiempo:
Francisco José Delgado (Kotepa), Fernando Key Sánchez, Raúl Osorio, José
Antonio Mayobre, Juan Bautista Fuenmayor, ¿Cuántos más? Es una larga lista, y Cabrera Sifontes apenas
menciona algunos de los compañeros de su reducida como sórdida celda llamada
“El Olvido”.
El recuerdo es viejo y se
humedece con el guayoyo que generosamente sirve doña Rosa.
Un viejo recuerdo del cual no me
quejaría porque me trasmitió una experiencia extraordinaria al llegar a conocer
el régimen político de aquel tiempo – comenta don Horacio y nosotros nos
quedamos pensando en la Historia del profesor Alberto Arias Amado: “aquel
régimen de 27 años – de 34 si le agregamos el tiempo de Castro – se caracterizó
no sólo por la tiranía política sino por nepotismo, la codicia y el
enriquecimiento tanto del dictador como de sus allegados, hermanos, hijos y
demás familiares que ocuparon altos cargos en el gobierno. Gómez superó a los
caudillos que le precedieron en eso de aprovechar el poder para el
enriquecimiento propio. Fue el más grande propietario territorial: sus hatos se
extendían en miles de hectáreas y lo convirtieron en el principal proveedor de
carne de todo el país, tenía más del 60 por ciento del ganado de Venezuela; el
juego fue legalizado y pasó a ser un monopolio de la familia Gómez; también monopolizó la navegación fluvial y
costanera; la electricidad de varias ciudades; ingenios de azúcar, haciendas de
café y cacao. Cuando murió en 1935 sus bienes en el país y sus depósitos en
bancos extranjeros alcanzaban varios centenares de millones de bolívares”.
- ¿Por que caíste en La Rotunda?
Caí en La Rotunda por estar
comprometido en el complot denominado
“Dancing del Hipódromo” que era una organización que quería salir del
sistema de gobierno imperante.
- ¿Y quiénes eran los complotados?
Se decía que era un tal General
García, se hablaba hasta del propio López Contreras.
¿Quién no conspiraba entonces
contra Gómez? A pesar de que Gómez había liquidado el caudillismo existía una
constante conspiración soterrada que a partir de 1928 se fue poniendo de
manifiesto en las calles con los universitarios. La oposición de los
estudiantes a la autocracia que se había iniciado en la época de Guzmán Blanco,
renació durante la dictadura gomecista y la Universidad Central fue cerrada
durante once años.
- ¿Pero que hacía Cabrera Sifontes
en ese momento?
Trabajaba en el diario “El
Heraldo” como traductor de cables noticiosos del inglés y francés al
castellano. En El Heraldo y también en “La Esfera” y en la New York Bermúdez
Company.
Horacio Cabrera Sifontes
trabajaba, se ganaba la vida en buena lid, pero era un perseguido de Gómez pues
su familia desde los tiempos del Mocho Hernández siempre estuvo metida en
empresas revolucionarias. De Guayana se había ido al Zulia, estuvo un tiempo
internado en la montaña y luego quiso normalizar su vida en Caracas, pero
picado siempre del prurito revolucionario.
- ¿Por qué fracasó el complot
donde estabas metido?
Una señora de la casa donde nos
reuníamos relató a funcionarios del Gobierno todo cuanto había oído en la
reunión, hasta la señal que era un disparo para que la gente que se iba a
ubicar en la Plaza Bolívar manifestara y tomara el Nuevo Diario que era el
periódico oficialista.
Cabrera Sifontes no sólo por
convicción democrática era antigomecista sino porque su familia vivió siempre
hostigada por el gomecismo que mandó a quemar sus propiedades.
Fracasado el complot lo hicieron
preso sorpresivamente frente al Nuevo Diario y de allí lo llevaron a La Rotunda
donde pasó cuatro años, desde 1931 hasta el 6 de diciembre de 1934, en un
calabozo llamado “El Olvido” cargado de grillos.
- ¿Tenían grillos todos los
presos?
Los políticos se distinguían de
los delincuentes porque tenían grillos.
- ¿Cómo eran tus grillos?
Como los grillos míos eran
grandes encontré la manera de quitármelos, pero un guardia me descubrió y
entonces intentaron colocarme otros que le habían quitado a un preso tras
cortarle el tobillo. Yo protesté y me colocaron otros, aunque más pesados, de
barra larga, no obstante me permitía abrir un poco más las piernas.
Don Horacio se inclina para
buscar las huellas y se da cuenta que las huellas casi se han perdido. Recuerda
que eran 36 los presos políticos respirando un aire viciado, haciendo las
necesidades fisiológicas dentro del mismo calabozo a la vista de los propios
compañeros y en una lata de kerosén. Aquello era torturante, pero más
torturante todavía era la humedad y el frío nocturnos calándose por los huesos
en la Caracas de aquella época y aquellos grillos que parecían más fríos
todavía como pelotas de hielo seco.
- ¿Cómo transcurría un día
cualquiera en La Rotunda?
Como transcurre el día en
cualquier prisión, sin nada que hacer, lánguidos y ociosos; sin embargo entre
nosotros se encontraban intelectuales como Juan Bautista Fuenmayor, actual
Rector de la Universidad Santa María, Mariano Fortuol, Fernando Key y otros con
quienes formamos un círculo de estudios a pesar de que no nos dejaban pasar
papel ni lápiz.
- ¿Cuándo saliste de La Rotunda?
El 6 de diciembre de 1934 Gómez
nos embarcó en El Flandre. Éramos cinco los primeros en abandonar La Rotunda: Yo,
Kotepa Delgado, Fernando Key, Raúl Osorio y José Antonio Mayobre. Salimos
exiliados hacia Trinidad por el puerto de La Guaira.
- Trinidad ¿Cómo los recibió?
Nuestra llegada a Trinidad fue
detectada por Miguel Otero Silva. Desde lejos el escritor veía que un grupo de
recién llegados caminaba raro: éramos nosotros que habíamos perdido el centro
de gravedad por llevar los pesados grillos tanto tiempo con nosotros.
Caminábamos tirados hacia delante.
Cabrera Sifontes no volvería a
Venezuela sino después de la muerte de Gómez ocurrida el 17 de diciembre de
1935, pero en 1937 regresaría de nuevo al exilio, pues las cosas que habían
comenzado bien con López terminaron mal
y hubo nuevamente presos, persecución y exilio. No pensaba volver a
Venezuela. Comenzaba a echar raíces en los Estados Unidos cuando en tiempos de
Isaías Medina Angarita una circunstancia lo devolvió de nuevo a su patria.
- ¿Qué ocurrió?
El gobierno norteamericano me
obligaba a enrolarme en el ejército. Me negué alegando que era un exiliado
político. Consultaron al gobierno venezolano y un telegrama de respuesta
firmado por Arturo Uslar Pietri, Ministro de Relaciones Interiores, en el
Gobierno de Isaías Medina Angarita, decía: “Venezuela
no tiene presos políticos ni políticos expulsados”. De manera que me regresé.
- Una vez en Venezuela ¿Qué
hiciste?
Dada mi amistad con Rómulo
Gallegos estuve a punto de seguir de lleno en la política, pero me daba cuanta
que los dirigentes que estuvieron presos en un mismo calabozo y quienes
sufrieron exilios estaban divididos y eso me decepcionó tanto que me dije “mi puesto no está en ningún partido sino en
el campo y me vine para Guayana a sembrar arroz”.
- Pero después de Pérez Jiménez,
¿Usted fue Gobernador y Diputado?
El hecho de que fuera Gobernador
después de la caída de Pérez Jiménez fue casi una equivocación. Me obligó a
ello mi amistad con Eugenio Mendoza. Yo me resistí hasta que él insistió y me
dijo “vas a tener plena libertad, tú eres
un elemento de plena confianza y vas a escoger el equipo que tú creas
necesario”.
Cuenta don Horacio que cuando
vinieron las elecciones del 58 y automáticamente concluía su gestión vino Sofía
Fernández de Lezama a proponerle de parte de Rómulo que se quedara con ellos un
año más y luego lo hizo personalmente también Raúl Leoni aduciendo que AD no
tenía objeciones, que quería que siguiera en la Gobernación porque lo había
hecho muy bien. Entonces cuenta que le dijo: “Ahora menos me quedo porque nadie es buen gobernante sino aquel que se
muere a tiempo”.
Y no quería Don Horacio caer en
la tentación de arriesgar su imagen buena en el continuado juego de la
política. Además se acordaba del poeta Héctor Guillermo Villalobos, quien fue
víctima de la pugna interna de su partido llegando Siso Martínez a ponerle un
revólver en el pecho para que renunciara. Pero el poeta no se acobardó sino que
lo desarmó y después el Ministro Valmore Rodríguez lo llamó y le dijo: “Querido Guillermo, te voy a dar un chance
para que renuncies” y Héctor Guillermo le respondió: “Yo no renuncio porque yo no lo estoy
haciendo bien. Si usted quiere, quíteme” y lo quitaron.
- ¿Después salió electo Senador
por URD?
Senador independiente. Nunca
había querido militar porque soy reacio a la disciplina partidista. Sin embargo,
un día en que unos cuantos parlamentarios a los que URD había llevado en sus
planchas le dieron la espalda, yo quise tener un gesto de solidaridad y me
inscribí en el partido.
- Y ya no estás más ¿Por qué?
Porque Jóvito no quiso ser
consecuente con los partidos suscriptores de un acuerdo para ir unidos a las
elecciones de 1973 en torno a un solo candidato escogido en un congreso que se
reunió en el Palacio de los Deportes. Pues bien, Jesús Paz Galarraga y Jóvito Villalba
se disputaban la candidatura de la unidad de las izquierdas. Resultó electo Paz
y Jovito dijo entonces el discurso más revolucionario, más sociológico, más
científico que haya dicho en su vida.
Horacio Cabrera Sifontes cita
casi textualmente un pasaje conmovedor de aquel discurso de Villalba: “Tengo
que hablar porque me reviento. Ustedes creen que yo estoy triste porque he
perdido, pero yo he ganado, he ganado mi lucha de todos los tiempos porque
sacrificándome yo a la ambición tonta por la Presidencia de la República he
logrado que se unan las izquierdas”.
Pero aquellas palabras que
resonaron en el corazón de los sufragantes, pronto cayeron en el vacío. Al día
siguiente Jóvito había girado 180 grados. Preocupado Horacio Cabrera fue hasta
su casa donde se hallaba reunido con un grupo de miembros del directorio y le
dijo: “Hermano, necesito hablar con usted
dos minutos y es mucho tiempo”.
Entonces – replicó Horacio – lo
que le iba a decir en privado mejor es que lo sepan todos: hermano, a ti té
queda una sola alternativa “O eres
consecuente con lo que dijiste anoche o te perdiste para siempre”.
Horacio apura el último sorbo de
su guayoyo mientras allá fuera un remolino arrastra las flores de un araguaney.
La entrevista había terminado.
Excelente escrito. Conmovedor, me movilizó de nuevo todos los sentimientos de tristeza, impotencia y rabia, que sentí desde que conocí las historias de aquellos venezolanos encerrados en La Rotunda, por disentir ante un régimen torturador y cruel... qué poco hemos aprendido los venezolanos, y que terrible darnos cuenta como la historia se repite. Mis respetos y aprecio. María Silvia @LibroReportero
ResponderEliminarSoy la autora del libro Reportero en resistencia, Ediciones B. 2015, que trata justamente de la experiencia de mi padre y abuelo en su prisión en La Rotunda de 1928 al 1930. El bautizo será el 30 de mayo en la Llibrería Kalatos en Los Galpones en Caracas, ojalá pudiera asistir. Un saludo cordial
ResponderEliminarElizabeth Valarino