sábado, 29 de marzo de 2014

Yo estuve cuatro años en la rotunda




La Rotunda era un calabozo descomunalmente redondo donde la voz hueca de los carceleros retumbaba con la misma crudeza fantasmal de los  grillos.
Grillos hasta de 30 kilos atornillados a los pies de los políticos que se atreviesen irrespetar al viejo caudillo apoltronado en los jardines de Maracay o en el Palacio de Misia Jacinta.
Los grillos no solamente estaban en la rotunda. En todas las prisiones del              régimen gomecista funcionaban esos aparatos medievales concebidos para aniquilar           libre-pensadores. Pero una vez que el tirano “estiró la pata” los fraguados instrumentos de tortura fueron refundidos para mejor destino y otros como los de la vetusta Cárcel de Ciudad Bolívar, lanzados a aguas profundas.
Los de aquí se los tragó el río. Una vez caído el tirano fueron llevados a bordo de curiaras y lanzados al Orinoco. La fantasía popular dice que cayeron justamente en la fosa de 150 metros aguas abajo de la Piedra del Medio, donde el bachiller Sifontes pescó un pez-sierra que desorientado había penetrado por el estuario del Delta. Allí quedaron los grillos arrojados como áncoras de un viejo galeón y de ellos ya no debe quedar ni ha herrumbre.
Horacio Cabrera Sifontes padeció grillos de ese calbre allá en La Rotunda. Grillos como botas infernales a los cuales en un esfuerzo sobrehumano debió acomodarse durante cuatro años de su reclusión en aquella fatídica prisión demolida hace más de medio siglo para erigir allí la Plaza Concordia donde se respira con el recuerdo el aire enrarecido de una época signada por bárbaros procedimientos.
 Junto con Horacio ¿Cuántos? Él los va sacando de los pliegues de una memoria que se resiste a la densidad del tiempo: Francisco José Delgado (Kotepa), Fernando Key Sánchez, Raúl Osorio, José Antonio Mayobre, Juan Bautista Fuenmayor, ¿Cuántos más?  Es una larga lista, y Cabrera Sifontes apenas menciona algunos de los compañeros de su reducida como sórdida celda llamada “El Olvido”.
El recuerdo es viejo y se humedece con el guayoyo que generosamente sirve              doña Rosa.
Un viejo recuerdo del cual no me quejaría porque me trasmitió una experiencia extraordinaria al llegar a conocer el régimen político de aquel tiempo – comenta don Horacio y nosotros nos quedamos pensando en la Historia del profesor Alberto Arias Amado: “aquel régimen de 27 años – de 34 si le agregamos el tiempo de Castro – se caracterizó no sólo por la tiranía política sino por nepotismo, la codicia y el enriquecimiento tanto del dictador como de sus allegados, hermanos, hijos y demás familiares que ocuparon altos cargos en el gobierno. Gómez superó a los caudillos que le precedieron en eso de aprovechar el poder para el enriquecimiento propio. Fue el más grande propietario territorial: sus hatos se extendían en miles de hectáreas y lo convirtieron en el principal proveedor de carne de todo el país, tenía más del 60 por ciento del ganado de Venezuela; el juego fue legalizado y pasó a ser un monopolio de la familia Gómez;   también monopolizó la navegación fluvial y costanera; la electricidad de varias ciudades; ingenios de azúcar, haciendas de café y cacao. Cuando murió en 1935 sus bienes en el país y sus depósitos en bancos extranjeros alcanzaban varios centenares de millones de bolívares”.
-  ¿Por que caíste en La Rotunda?
Caí en La Rotunda por estar comprometido en el complot denominado          “Dancing del Hipódromo” que era una organización que quería salir del sistema de gobierno imperante.
-  ¿Y quiénes eran los complotados?
Se decía que era un tal General García, se hablaba hasta del propio López Contreras.
¿Quién no conspiraba entonces contra Gómez? A pesar de que Gómez había liquidado el caudillismo existía una constante conspiración soterrada que a partir           de 1928 se fue poniendo de manifiesto en las calles con los universitarios.                  La oposición de los estudiantes a la autocracia que se había iniciado en la época de Guzmán Blanco, renació durante la dictadura gomecista y la Universidad Central fue cerrada durante once años.
-  ¿Pero que hacía Cabrera Sifontes en ese momento?
Trabajaba en el diario “El Heraldo” como traductor de cables noticiosos del inglés y francés al castellano. En El Heraldo y también en “La Esfera” y en la New York Bermúdez Company.
Horacio Cabrera Sifontes trabajaba, se ganaba la vida en buena lid, pero era un perseguido de Gómez pues su familia desde los tiempos del Mocho Hernández siempre estuvo metida en empresas revolucionarias. De Guayana se había ido al Zulia, estuvo un tiempo internado en la montaña y luego quiso normalizar su vida en Caracas, pero picado siempre del prurito revolucionario.
-  ¿Por qué fracasó el complot donde estabas metido?
Una señora de la casa donde nos reuníamos relató a funcionarios del Gobierno todo cuanto había oído en la reunión, hasta la señal que era un disparo para que la gente que se iba a ubicar en la Plaza Bolívar manifestara y tomara el Nuevo Diario que era el periódico oficialista.
Cabrera Sifontes no sólo por convicción democrática era antigomecista sino porque su familia vivió siempre hostigada por el gomecismo que mandó a quemar sus propiedades.
Fracasado el complot lo hicieron preso sorpresivamente frente al Nuevo Diario y de allí lo llevaron a La Rotunda donde pasó cuatro años, desde 1931 hasta el 6 de diciembre de 1934, en un calabozo llamado “El Olvido” cargado de grillos.
-  ¿Tenían grillos todos los presos?
Los políticos se distinguían de los delincuentes porque tenían grillos.
-  ¿Cómo eran tus grillos?
Como los grillos míos eran grandes encontré la manera de quitármelos, pero un guardia me descubrió y entonces intentaron colocarme otros que le habían quitado a un preso tras cortarle el tobillo. Yo protesté y me colocaron otros, aunque más pesados, de barra larga, no obstante me permitía abrir un poco más las piernas.
Don Horacio se inclina para buscar las huellas y se da cuenta que las huellas casi se han perdido. Recuerda que eran 36 los presos políticos respirando un aire viciado, haciendo las necesidades fisiológicas dentro del mismo calabozo a la vista de los propios compañeros y en una lata de kerosén. Aquello era torturante, pero más torturante todavía era la humedad y el frío nocturnos calándose por los huesos en la Caracas de aquella época y aquellos grillos que parecían más fríos todavía como pelotas de hielo seco.
-  ¿Cómo transcurría un día cualquiera en La Rotunda?
Como transcurre el día en cualquier prisión, sin nada que hacer, lánguidos y ociosos; sin embargo entre nosotros se encontraban intelectuales como Juan Bautista Fuenmayor, actual Rector de la Universidad Santa María, Mariano Fortuol, Fernando Key y otros con quienes formamos un círculo de estudios a pesar de que no nos dejaban pasar papel ni lápiz.
-  ¿Cuándo saliste de La Rotunda?
El 6 de diciembre de 1934 Gómez nos embarcó en El Flandre. Éramos cinco los primeros en abandonar La Rotunda: Yo, Kotepa Delgado, Fernando Key, Raúl Osorio y José Antonio Mayobre. Salimos exiliados hacia Trinidad por el puerto de La Guaira.
-  Trinidad ¿Cómo los recibió?
Nuestra llegada a Trinidad fue detectada por Miguel Otero Silva. Desde lejos el escritor veía que un grupo de recién llegados caminaba raro: éramos nosotros que habíamos perdido el centro de gravedad por llevar los pesados grillos tanto tiempo con nosotros. Caminábamos tirados hacia delante.
Cabrera Sifontes no volvería a Venezuela sino después de la muerte de Gómez ocurrida el 17 de diciembre de 1935, pero en 1937 regresaría de nuevo al exilio, pues las cosas que habían comenzado bien con López terminaron mal  y hubo nuevamente presos, persecución y exilio. No pensaba volver a Venezuela. Comenzaba a echar raíces en los Estados Unidos cuando en tiempos de Isaías Medina Angarita una circunstancia lo devolvió de nuevo a su patria.
-  ¿Qué ocurrió?
El gobierno norteamericano me obligaba a enrolarme en el ejército. Me negué alegando que era un exiliado político. Consultaron al gobierno venezolano y un telegrama de respuesta firmado por Arturo Uslar Pietri, Ministro de Relaciones Interiores, en el Gobierno de Isaías Medina Angarita, decía: “Venezuela no tiene presos políticos ni políticos expulsados”.  De manera que me regresé.
-  Una vez en Venezuela ¿Qué hiciste?
Dada mi amistad con Rómulo Gallegos estuve a punto de seguir de lleno en la política, pero me daba cuanta que los dirigentes que estuvieron presos en un mismo calabozo y quienes sufrieron exilios estaban divididos y eso me decepcionó tanto que me dije “mi puesto no está en ningún partido sino en el campo y me vine para Guayana a sembrar arroz”.
-  Pero después de Pérez Jiménez, ¿Usted fue Gobernador y Diputado?
El hecho de que fuera Gobernador después de la caída de Pérez Jiménez fue casi una equivocación. Me obligó a ello mi amistad con Eugenio Mendoza. Yo me resistí hasta que él insistió y me dijo “vas a tener plena libertad, tú eres un elemento de plena confianza y vas a escoger el equipo que tú creas necesario”.
Cuenta don Horacio que cuando vinieron las elecciones del 58 y automáticamente concluía su gestión vino Sofía Fernández de Lezama a proponerle de parte de Rómulo que se quedara con ellos un año más y luego lo hizo personalmente también Raúl Leoni aduciendo que AD no tenía objeciones, que quería que siguiera en la Gobernación porque lo había hecho muy bien. Entonces cuenta que le dijo: “Ahora menos me quedo porque nadie es buen gobernante sino aquel que se muere a tiempo”.
Y no quería Don Horacio caer en la tentación de arriesgar su imagen buena en el continuado juego de la política. Además se acordaba del poeta Héctor Guillermo Villalobos, quien fue víctima de la pugna interna de su partido llegando Siso Martínez a ponerle un revólver en el pecho para que renunciara. Pero el poeta no se acobardó sino que lo desarmó y después el Ministro Valmore Rodríguez lo llamó y le dijo: “Querido Guillermo, te voy a dar un chance para que renuncies”  y  Héctor Guillermo le respondió: “Yo no renuncio porque yo no lo estoy haciendo bien. Si usted quiere, quíteme” y lo quitaron.
-  ¿Después salió electo Senador por URD?
Senador independiente. Nunca había querido militar porque soy reacio a la disciplina partidista. Sin embargo, un día en que unos cuantos parlamentarios a los que URD había llevado en sus planchas le dieron la espalda, yo quise tener un gesto de solidaridad y me inscribí en el partido.
-  Y ya no estás más ¿Por qué?
Porque Jóvito no quiso ser consecuente con los partidos suscriptores de un acuerdo para ir unidos a las elecciones de 1973 en torno a un solo candidato escogido en un congreso que se reunió en el Palacio de los Deportes. Pues bien, Jesús Paz Galarraga y Jóvito Villalba se disputaban la candidatura de la unidad de las izquierdas. Resultó electo Paz y Jovito dijo entonces el discurso más revolucionario, más sociológico, más científico que haya dicho en su vida.
Horacio Cabrera Sifontes cita casi textualmente un pasaje conmovedor de aquel discurso de Villalba: “Tengo que hablar porque me reviento. Ustedes creen que yo estoy triste porque he perdido, pero yo he ganado, he ganado mi lucha de todos los tiempos porque sacrificándome yo a la ambición tonta por la Presidencia de la República he logrado que se unan las izquierdas”.
Pero aquellas palabras que resonaron en el corazón de los sufragantes, pronto cayeron en el vacío. Al día siguiente Jóvito había girado 180 grados. Preocupado Horacio Cabrera fue hasta su casa donde se hallaba reunido con un grupo de miembros del directorio y le dijo: “Hermano, necesito hablar con usted dos minutos y es mucho tiempo”.
Entonces – replicó Horacio – lo que le iba a decir en privado mejor es que lo sepan todos: hermano, a ti té queda una sola alternativa “O eres consecuente con lo que dijiste anoche o te perdiste para siempre”.
Horacio apura el último sorbo de su guayoyo mientras allá fuera un remolino arrastra las flores de un araguaney. La entrevista había terminado.


2 comentarios:

  1. Excelente escrito. Conmovedor, me movilizó de nuevo todos los sentimientos de tristeza, impotencia y rabia, que sentí desde que conocí las historias de aquellos venezolanos encerrados en La Rotunda, por disentir ante un régimen torturador y cruel... qué poco hemos aprendido los venezolanos, y que terrible darnos cuenta como la historia se repite. Mis respetos y aprecio. María Silvia @LibroReportero

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  2. Soy la autora del libro Reportero en resistencia, Ediciones B. 2015, que trata justamente de la experiencia de mi padre y abuelo en su prisión en La Rotunda de 1928 al 1930. El bautizo será el 30 de mayo en la Llibrería Kalatos en Los Galpones en Caracas, ojalá pudiera asistir. Un saludo cordial
    Elizabeth Valarino

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