El Paso de Profeta
Enoch por pueblos de Guayana en tiempos
de la humareda 1926
Este personaje, del que mucho se ha hablado
y escrito, conmovió a Guayana por sus
predicciones, tan negativas, que se volvieron contra él al terminar sus días en
una cárcel colombiana o seguramente devorado por las huestes del Anticristo de
la Segunda Guerra mundial.
El teatro Bolívar, amenazado de
muerte, echaba, como quien dice, sus últimos tiritos con la trouppe de Amparito Valdivieso y el
debut de la compañía Mary Wilson que montó la comedia “A campo traviesa” de
Felipe Sassone.
En
primera fila siempre estaba Silverio González, a la sazón Presidente del
Estado, muy contento porque pensaba llevarle de regalo al Presidente Juan
Vicente Gómez un tigre negro cazado por el ganadero Felipe Páez Ezeiza en su
hato La Yeguera.
Ciudad
Bolívar entonces se daba el lujo de disfrutar no sólo de un Teatro, sino de un
Circo de Toros –el Monedero- y varios cines, entre ellos, el cine América que
también se prestaba para otros espectáculos como el Boxeo. Allí tuvo lugar ese
año de 1926 la temporada boxística musicalizada con la orquesta Dalla Costa de
José Francisco Miranda (Fitzí). La pelea inaugural la ganó Adams frente a Mike
en el décimo asalto y se concertó la revancha a 20 rounds para el sábado
siguiente.
En tan
deportiva ocasión el respetable público pedía a Fitzí Miranda incluyese en su
repertorio la música con la cual se bailaba el Charleston, pero el profesor para no colidir con Monseñor Mejía se
negaba porque este baile de moda había sido condenado por la Iglesia. Incluso,
en París, por vulgar fue suprimido
de los salones elegantes así como de las casas alegres de Montmatre.
La
Iglesia para ese tiempo era extremadamente estricta y exigente. Quien pasara
frente a la Catedral, por ejemplo, debía quitarse el sombrero o hacerse la
señal de la cruz so pena de ser amonestado, y quien escribiera y dejara
trascender algún señalamiento que produjera escozor a los ministros de la
Iglesia, igualmente se exponía a una admonición desde el púlpito o desde las
páginas de la Gaceta eclesiástica que dirigía el vicario Dámaso Cardozo.
No
sabemos cuál fue la reacción de la Diócesis cuando supo que por los lados de La
Paragua había aparecido un Profeta que predicaba y vaticinaba desastres. Si la
tuvo, no la dejó traslucir; pero cuando ese rumor se extendió, muchos citadinos
se pusieron en guardia y desempolvaron sus libros sagrados.
Así
pudieron enterarse que profeta, en sentido cristiano, era todo aquel que
revelaba la voluntad divina por inspiración del Espíritu Santo y ¿quién,
ministro de la Iglesia o no, estaba en capacidad de saber si aquel señor
vestido con pantalones de kaki arrollados hasta las rodillas, saco de dril, un
paño por sombrero y una mochila, que se decía predicaba bajo la sombra de los
árboles, era realmente Profeta?.
Antes de
que Jesucristo viniese al mundo ya existían los profetas. Eran hombres de
espíritu vehemente, de una religiosidad profunda y de recto juicio sobre la
moral y lo justo. En Israel combatieron la corrupción, la impureza en el culto
y los males de la vida religiosa y social. Un hombre así era difícil que
autoridad civil o religiosa lo molestase y ello explica el por qué el Profeta
que dijo llamarse Enoc, predicó y predijo en Guayana sin que nadie lo molestara.
Los
guayaneses buscaban y rebuscaban a ver si antes hubo un Profeta llamado Enoc y
sólo encontraron que hubo cuatro grandes profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel y
Daniel, más otros doce reconocidos en las sagradas escrituras como Profetas
menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Miqueas, Jonás, Nahum, Habacuc, Sofonías,
Ageo, Zacarías y Malaquías.
Como se ve, no aparecía el
Profeta Enoc. Sin embargo, en el Libro
de Mormón, obra de tipo histórico profético y de estilo bíblico, alguien
halló el bendito nombre. El profeta Enoc existió en tiempos en que los nefistas
y lamanitas no se podían ver ni en pintura. Enoc, quien oró y predicó hasta su
muerte por la salvación de la tradición y legado cultural del pueblo de Nefi,
tuvo un hijo que también resultó profeta y éste, otro y así sucesivamente en
forma interminable. Lo que pretendía desentrañar la gente era si este Profeta
Enoc que recorría Guayana en agosto de 1926, venía por esa línea o si simplemente
se trataba del miembro de una secta que adoptó ese nombre. Nombre que la prensa
de entonces escribía no con S al final (Henos) como aparece en el Libro de Mormón, sino con C, mientras
que el coronel Francisco Daza Carmona, secretario de la Jefatura Civil de El
Manteco y padre del fallecido poeta Argenis Daza de Guevara, lo escribió en el
retrato que pintó, con X. A Horacio Cabrera Sifontes le sonaba mejor con una CH
al final, en un libro vivencial que publicó en 1982 sobre el personaje.
Nadie sabe por donde entró el
Profeta Enoc a Guayana. Lo cierto es que
las primeras noticias de su presencia en tierras del Orinoco vinieron de La
Paragua y aparecieron en el diario El Luchador de Ciudad Bolívar a mediados de octubre de 1926.
Informaban que se trataba del mismo
hombre que estuvo en Managua profetizando cosas espantosas, entre ellas, el
juicio final. Los discursos los comenzaba con los primeros cuatro versículos
del Capítulo 30 del Evangelio de San Lucas. Se trataba de un hombre de piel
morena, ni gordo ni flaco, melena negra lacia, que se alimentaba de frutas y no
aceptaba dinero ni hospedaje, prefiriendo acampar bajo un toldillo.
El Profeta, calzado de
sandalias que parecían no poder desgastar los interminables caminos, estaba tan
de pronto en un lugar como en otro sin importarle la distancia ni exhibir
cansancio, sino, por el contrario, siempre se veía reposado, vital y seguro de
sí mismo.
Por una carta de Cruz Lina de
Matías, dirigida a don Jorge Suegart, se supo que el día 3 de octubre, a las
8:30 de la mañana, el Profeta se hallaba en Santa Cruz del Orinoco predicando
en una esquina. La carta publicada en El Luchador dice que entonces el
Profeta Enoc vaticinó la segunda venida del Salvador y dijo que sólo le
faltaban cinco meses y medio para terminar de recorrer el mundo a pie, al cabo
de los cuales se encontraría en Roma con el Profeta Elías para persuadir al
anticristo.
Pero el anticristo que, según
el Apocalipsis, habrá de aparecer poco antes del fin del mundo para llenar la
tierra de crímenes, no se dejaría persuadir sino que iracundo los mandaría a
descuartizar. El Profeta Enoc estaba consciente de ello, pero por inspiración
divina sostenía que al cabo del tercer día de muerto despertaría para no morir
jamás. Era sin duda una buena esperanza para su jornada que en Guayana le
tocaba cumplir en medio de un verano de sabanas encendidas al cual las pocas
lluvias no podían vencer.
El Profeta dijo entonces que
aquel verano resaltado por asfixiante humareda de sabanas encendidas, era uno
de los signos que comenzaban a presagiar la venida del Salvador. Otros signos
serían terremotos y ciclones y una gran guerra que destruiría a Europa. Tan
sólo la América quedaría en pie.
Quince días después de haber
estado en Santa Cruz, el Profeta Enoc apareció en la región del Yuruari, a
cinco kilómetros de El Manteco. Allá viajó el coronel Francisco Daza Carmona,
secretario de la Jefatura Civil de El Manteco. Daza conversó con el Profeta y
siguió sus pasos por la zona. Luego envió un reporte al diario El
Luchador junto con un dibujo a lápiz que el periódico no pudo
reproducir por no tener en ese momento el Fotograbador, pero fue facilitado al
fotógrafo J. I. Rebolledo para postales que luego se vendieron como pan
caliente. El Coronel Daza Carmona se presentó ante el Profeta en compañía de
Julio Delgado, Miguel Grillet y Alejandro Damas (a) Cabulla.
El 18 de octubre, fiestas
patronales de Santa Teresa de Jesús, dice Daza que se presentó el misterioso
personaje. Se situó al sur de la Plaza Bolívar y a la sombra de unos árboles colocó
un cajón que le sirvió de tribuna. Los circunstantes creían estar ante un
payaso pues comenzaron a reír. Entonces el Profeta dijo: “Después de reír, el que tenga
oído y quiera oír que oiga. Con armas nada más no se mata, se mata con el
pensamiento también. Nosotros somos dos, Elías y Enoc. Elías viene por el Norte
y yo por el Oriente. Arrepentíos, el juicio de Dios está a las puertas. Se
esperan grandes temblores de tierra, epidemias, plagas, una gran guerra
universal, más tened cuidado con la marca del Anticristo. Está ya en el mundo,
porque nadie podrá trabajar, comprar ni vender sin que tome la marca del
Anticristo. Tengan mucho cuidado y estén atentos a los signos que muy pronto
aparecerán en el cielo. Diez naciones serán cubiertas por espesas nieblas.
Próximamente aparecerá el Caballo Rojo de la gran guerra universal así como el
Caballo Pálido en el cual cabalgará la muerte. Preparaos, el reino de los
Cielos se aproxima”.
El Profeta Enoc no andaba
tan despistado, pues ese año no sólo un verano terrible acabó con la producción
y productividad agrícola y pecuaria de Guayana sino que un ciclón asoló a Cuba
y a Miami, un terremoto de cincuenta segundos casi acaba con Nicaragua y luego
se desató la Segunda Guerra Mundial con toda su horrible consecuencia de
destrucción, enfermedades y muerte desatada por un furer –Hitler- que de verdad
parecía el Anticristo. Lo que ignoramos es si los Profetas Enoc y Elías
coincidieron en Roma tras el sacrificio de su extensa caminata y si tal como lo
predecían fueron víctimas del anticristo o de esa Guerra mundial o universal
que preconizaron. El único expediente a mano sólo nos dice que el Profeta Enoc,
después de recorrer Guayana, se dispuso a hacer lo mismo en pueblos de
Colombia, pero de allá llegaron malas noticias.
El periódico República
de Barranquilla dice en una información reproducida por El
Luchador del 14 de diciembre de ese año 1926 que “Las autoridades colombianas han
apresado en Sinalejo de San Diego, Cartagena, al célebre Profeta Enoc, que no
ha mucho deslumbró algunas regiones venezolanas”.
El Profeta, de predicador y
vaticinador, pasó a las curaciones milagrosas y en este punto sí que al parecer
no tuvo suerte. Habría fracasado, según se desprende de la nota de prensa, pues
tratando de hacer milagros con las aguas de una quebrada, el profeta dejó ciego
a un campesino, lo que le valió sin miramientos castigo de reclusión en la
cárcel de Sinalejo.
El redactor de El Luchador un
tanto untado de humor y provocando las dotes del gran taumaturgo del Señor,
corona la sorprendente nota de prensa
con este agregado imploratorio: “Oh, Enoc, profeta máximo, enviado del
Espíritu Santo, líbrate de los barrotes con el poder de tu gracia milagrosa!”
Buenos días estimado Sr. Estoy tratando de ubicar el libro El Profeta Enoch. Según cuenta mi madre que aparece mi bisabuelo Jose Antonio Herrera Gorrochotegui, quien vivió en Tumeremo,Edo. Bolívar. Saludos. NP Herrera
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